sexta-feira, 18 de janeiro de 2008

Rafael Arráiz Lucca (1959)

(Caracas, 3 de janeiro de 1959) é um ensaísta, poeta, historiador e professor venezuelano.

Atualmente, Arráiz é professor da Universidade Metropolitana de Caracas (Unimet). Desde 2001 está cedido à "Fundação para a cultura urbana" de Caracas. Se licenciou advogado em 1983 pela (Universidade Católica Andrés Bello - UCAB), especialista em comunicações integradas em 2002 (Unimet) e Mestrado em História em 2005 (UCAB). Foi presidente de Monte Ávila Editores e Diretor do Conselho Nacional da Cultura. É membro da Academia de Gastronomía Venezuelana desde 2004. Em novembro de 2005 convidado a ingressa na Academia de Letras da Venezuela como indivíduo de Número, ocupando a cadeira 5, em reconhecimento a sua obra intelectual.

Escreveu vários livros de poemas incluindo: Balizaje (1983), Terrenos (1985), Almacén (1988), Litoral (1991), Pesadumbre en Bridgetown (1992), Batallas (1995), Poemas Ingleses (1997), Reverón 25 poemas (1997) y Plexo Solar (2002).

Escreveu também ensaios como: Venezuela en cuatro asaltos (1993), Trece lecturas venezolanas (1997), Vueltas a la patria (1997), Los oficios de la luz (1998), El recuerdo de Venecia y otros ensayos (1999), El coro de las voces solitarias, una historia de la poesía venezolana (2002) y ¿Qué es la globalización? (2002).

Es autor de una Antología de Poesía Venezolana (1997); de El libro del amor (Antología de poesía amorosa universal, 1997) y de la selección Veinte poetas venezolanos del Siglo XX (1998).

Desde 1983, Arráiz Lucca escreve semanalmente uma coluna de opinião no diário El Nacional. Prêmio Municipal de Literatura 1993 com a obra El abandono y la vigilia, no gênero: Poesia.

Poesias:

Dieciocho

¿Acaso no son tres las dimensiones
que salvan al plano de su opacidad
y causan el prodigio del volumen?
¿No son tres las personas del verbo
y la trinidad un misterio divino?
¿No fueron tres las veces que negaron a Cristo
y no fue el tercero el día de su resurrección?
¿No son tres los poderes de la república
y un tercero el fruto de dos?
¿No empuña Poseidón un tridente
y tres los sujetos de un engaño?
¿No son tres los lados del tallo de un papiro
y triangulares los cuatro planos de la pirámide
y el trébol de cuatro hojas la excepción más infrecuente?

Cuatro

He muerto.

Desde que el desvarío de mis pupilas
anunciaba el estado de coma,
mis hijos han permanecido como canoas
en los costados del lecho.
Hilda, la enfermera que me asiste en el tránsito,
cata las intermitencias del pulso cada vez más lejano,
oye los murmullos de un gato agonizante sobre los rieles del tren.
Mis ojos abiertos están en blanco
y mi boca se abre aspirando las últimas bocanadas
del aire dichoso.
Un latigazo eléctrico sacude mis piernas
como el estertor del toro después de la puntilla:
mi corazón ha dejado de latir.

He muerto.

La sangre ha dejado de recorrer mi cuerpo en su frenesí.
Lo que sustentaba mi piel como una vieja promesa
le ha cedido el espacio al color amarillento de los papeles
decrépitos.
Soy una suerte de hoja ocre plagada de hongos,
un papiro abandonado sobre el tope de una nevera
inservible.
Mi sangre, que durante años fue fiel en su periplo rutinario,
no recibe el impulso para su itinerario retórico.
Soy una casa olvidada por la suerte del fuego
que le ha dejado su reino al hielo más seco.

He muerto.

Una sola instrucción he dejado a mis deudos:
al apoderarse de mí la tiesura,
abran las ventanas para que mi alma encuentre su rumbo,
déjenla ir,
no interpongan ningún obstáculo a su vuelo,
el aleteo de las palomas que se anuncian
con el carraspeo de sus gargantas
les anunciará la ascensión del espíritu que encontró en mí
la hospitalidad de un cuerpo romo,
poco filoso, naturalmente tibio, herbívoro,
proclive al regazo de las hembras.

He muerto.

Las campanas de la iglesia vecina han propagado su eco
a la misma hora de mi nacimiento:
son las doce y treinta del mediodía de una fecha imprevista.
No recuerdo cuántos años han pasado desde mi llegada,
pero sé que la misma luz que me recibió me despide.

He muerto.

Asciendo en volandas hacia un espacio de luz
más blanco que las volutas de algodón,
pero nada hay en mi vuelo que perturbe la paz
de creer que he concluido todas mis batallas.
Atrás queda la ventana de mi apartamento
y más lejos aún la cama donde he rendido mis últimas fuerzas.
Ya Caracas es un paisaje abstracto que se divisa
entre el fragor de las nubes quiméricas.
Ya América se escruta entre la bruma
con su figura de trompo alargado y difuso.
Ya la tierra es una sola esfera azul que se achica
como una fortuna majestuosa que se pierde en el tiempo.

He muerto.

Asciendo hacia el punto donde todas las preguntas
adquieren respuesta.
Voy entrando en un túnel que acelera mi vuelo,
soy lo que siempre he sido:
una mínima partícula amada por un Dios memorioso.
Mis fragmentos de pronto han sido tocados
por el rayo de la totalidad:
todo en un segundo lo comprendo.
Las escenas centrales de mi tiempo terreno,
de las que ignoraba su carácter principal,
han salido al damero del entendimiento ejecutando su danza.
Todos los puntos que no advertía cercanos
han revelado ahora sus conexiones ocultas:
una araña teje su tela en la penumbra,
tengo en mis manos el Aleph de Carlos Argentino Daneri.

He muerto.

Fontes:
http://pt.wikipedia.org/wiki/Categoria:Escritores_da_Venezuela
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub.php/en/Revista/ultimas_ediciones/62_63/arraiz.html

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